El Gobierno mata dos pájaros de un tiro aunque no le importe que se esté quedando sin balas.
Todo el mundo contento: Los Ayuntamientos, recibirán como agua de mayo el regalito central que les manda a la desesperada el Gobierno de Zapatero, los parados de la construcción, verán como ahora son contratados por sus Alcaldes en vez de por las contructoras y promotoras.
Negocio redondo en principio si no fuera porque se sigue dilapidando recursos públicos para mantener la agonía de un sector que por mucho que pretendan algunos, no volverá a ser lo de antes.
Bienvenido sea el dinero que mejore y adecente nuestras calles pero las preguntas son obvias: ¿Cuánto tiempo durará este empleo? ¿Qué pasará después? ¿Se habrá recuperado el sector de la construcción para dentro de seis meses? ¿Podrá volver a recolocar a millones de parados?
Si las respuestas a estas preguntas es, un rotundo no. ¿Qué ocurrirá después? Quedarán recursos para seguir con la reanimación artifical? ¿Estárán estos trabajadores preparados para dedicarse a otros sectores productivos más sostenibles en el tiempo? pero sobre todo ¿Tendrá España un tejido productivo diferente al de la construcción capaz de reabsorver a todos los trabajadores/as que no puedan volver a las obras?
Hasta un niñó pequeño es capaz de entender que no se puede mantener indefinidamente la vorágine que ha vivido este país y el Gobierno no parece dispuesto a modificar ni un ápice la política sencilla y cómoda que le ha permitido crecer hasta el estallido. ¡Qué tiempos aquellos en los que el ladrillo mantenía a todos contentos: trabajadores, empresarios y políticos! Ahora la fiesta se acabó y los perdedores, como siempre, los más débiles:
Todo el mundo contento: Los Ayuntamientos, recibirán como agua de mayo el regalito central que les manda a la desesperada el Gobierno de Zapatero, los parados de la construcción, verán como ahora son contratados por sus Alcaldes en vez de por las contructoras y promotoras.
Negocio redondo en principio si no fuera porque se sigue dilapidando recursos públicos para mantener la agonía de un sector que por mucho que pretendan algunos, no volverá a ser lo de antes.
Bienvenido sea el dinero que mejore y adecente nuestras calles pero las preguntas son obvias: ¿Cuánto tiempo durará este empleo? ¿Qué pasará después? ¿Se habrá recuperado el sector de la construcción para dentro de seis meses? ¿Podrá volver a recolocar a millones de parados?
Si las respuestas a estas preguntas es, un rotundo no. ¿Qué ocurrirá después? Quedarán recursos para seguir con la reanimación artifical? ¿Estárán estos trabajadores preparados para dedicarse a otros sectores productivos más sostenibles en el tiempo? pero sobre todo ¿Tendrá España un tejido productivo diferente al de la construcción capaz de reabsorver a todos los trabajadores/as que no puedan volver a las obras?
Hasta un niñó pequeño es capaz de entender que no se puede mantener indefinidamente la vorágine que ha vivido este país y el Gobierno no parece dispuesto a modificar ni un ápice la política sencilla y cómoda que le ha permitido crecer hasta el estallido. ¡Qué tiempos aquellos en los que el ladrillo mantenía a todos contentos: trabajadores, empresarios y políticos! Ahora la fiesta se acabó y los perdedores, como siempre, los más débiles: