
Al igual que ocurre con el asunto de las antenas de telefonía móvil, el Gobierno hace oídos sordos a las demandas ciudadanas que abogan por el principio de precaución. Es decir, si aún no se conocen los efectos, más vale ser cautos.
En el tema de los transgénicos la situación es un tanto retorcida si analizamos políticamente el asunto. Como se denunció hace meses en El Insurgente, el lobby del sector ha logrado infiltrarse en el Gobierno. Prueba de ello es que la ministra de Innovación y Ciencia, Cristina Garmendia, ostentaba el cargo de presidenta de Asebio, considerado el mayor grupo de presión de los transgénicos en España, en el mismo momento de recibir la llamada de Zapatero. Su actual jefe de gabinete, Jorge Barrero, era el secretario general.